PILLIPO |
1. EL VIAJE (NOCTURNO Y FEMENINO ) EN BARCO...
El barco tiene una estructura, una forma ( su proa, su popa, su puente... ) evidentemente femenina. Semeja en su húmeda curva, un grembo (regazo) materno. Se mueve y desplaza femeninamente. Idóneo para el viaje ( del tiempo y el mito ), abriéndose camino sobre un mar de espuma, inmenso, reacio, impenetrable, misterioso. Como Ulises, partimos en y desde la intemperie en pos de travesías imposibles, destinos inciertos, a descubrir y reconocer el mundo. El viaje ( y el barco ) tiene la calidad de un sueño, un ensueño, como ningún otro medio. Cuando el barco zarpa, tienes la sensación de adentrarte en las entrañas de una noche oscura, casi eterna. Un viaje sin retorno o regreso posible.
La sensación líquida y caliente del regazo materno se intensifica cuando, tumbado en la cama del camarote, comienza a pesar un silencio casi puro, total. Solo el contacto y el choque brusco, pesado, rítmico, descomunal, del mar, las olas y su fuerza contra el casco del barco, te mantiene alerta, tenso, en una especie de balanceo mental por los efectos del vaivén del navío. Tu cuerpo se mueve sin moverse ( arriba y abajo.. arriba y abajo ). Cuesta conciliar ese otro sueño.
De una isla a otra, partimos o regresamos en busca o al encuentro de ese "dragón" escondido en su cueva, quizá esperándonos sin saberlo desde hace mucho tiempo. Es el destino y éste debe cumplirse. Ya, no sabemos nada el uno del otro o tal vez lo sabemos todo. Hemos oído hablar, sentimos curiosidad o nos hemos reconocido inmediatamente. Lo cierto es que una fuerza extraña, visceral, nos empuja a cruzar y ver con nuestros propios ojos. Vamos a comprender. Pretendemos "ordenar el mundo" y confiamos en poder desentrañar el misterio, pero este misterio pertenece a un mundo desordenado, sin los códigos en regla. Las claves están esparcidas, trastocadas, troqueadas, y resulta del todo imposible descifrarlas. Entras en el laberinto, sin red, sin luz y, entonces, el sueño se torna pesadilla. Acuden a tu mente imágenes tremendas que te caen encima, que te aplastan contra la pared. Te sientes perdido, indefenso. No hay salida. Las fuerzas te abandonan, te dejas llevar y entregas tu resistencia.
Suena la sirena repetidamente y te despiertas. Ya hemos llegado a una nueva isla. Es toda una premonición.
2. LA LLEGADA
Las luces del día te devuelven lentamente a la realidad, al mundo supuestamente ordenado. El barco, con sus maniobras de atraque, te lanza y te reta a pisar tierra. Ya apenas hay silencios sino un constante bullicio; ya la negra noche dejó paso a una luz cegadora y con este ligerísimo bagaje debes armarte de valor y sobreponerte para ir en busca de la cueva donde habita el dragón. No hay vuelta atrás a pesar de no saber qué camino tomar. Vulnerable y desarmado, solo ansías descubrir su guarida y enfrentarte a él. Cumplir tu destino, cueste lo que cueste, porque ganar o perder, vencer o salir derrotado, es lo de menos. No significan nada. Sencillamente, es parte del misterio que te ha llevado a la isla.
3. PILLIPO ( EL DRAGÓN )
El dragón esperaba en la entrada de su cueva. Hace miles de años que espera. es pequeño y tiene una mirada vacía, perdida, nada fiera. Sostiene un aire decrépito y sus movimientos, lentos, desganados, casi imperceptibles al ojo humano, tardan horas en ejecutarse. Con sus últimos rasgos de hospitalidad, me invita a sentarme a su lado. Su cola, dura, corta y repleta de escamas, es fría y nerviosa. Se mueve frenéticamente sola, alerta, vigilante. Es el único miembro de su cuerpo que parece tener vida. El resto está aletargado, moribundo, lleno de costras y heridas purulentas.
El dragón no sabe y, tampoco, comprende por qué he venido desde tan lejos y para qué. En su "mundo desordenado" de imágenes y visiones, es el silencio el parapeto que le protege de agresiones externas. Puede permanecer en el silencio durante años en un letargo casi perenne sin mover apenas un músculo, solo la cola vaga independiente y despierta. Observándolo más detenidamente, noto su fragilidad, su renuncia, su cobardía, su obcecada coherencia. No luchará, no peleará ni se defenderá, lo sé. Su única arma y defensa es ese exasperante silencio mortal que te ofrece a modo de reto. Es impenetrable. Si embargo, el dragón no oculta que posee los secretos del misterio que me ha llevado hasta él. No puede hacerlo porque están ligados a su íntima condición. Para llegar a ellos y revelarlos, es preciso antes traspasar su primer muro.
Muy lentamente, el dragón se levanta, entra en su cueva y se acurruca en el rincón del fondo donde no llega la luz.
4. JARDÍN MARA-MAO
Hace ya horas que se ha puesto el sol y me dispongo a pasar la noche al raso en este jardín extraño, inquietante. Es el santuario del dragón, su obra totémica, su grito desgarrado. El nauseabundo hedor de los fantasmas arrastrando sus cadenas se mezcla con el viento helado que sopla truculento, recargado. Esta poblada selva de reptiles, simios, ángeles, muñecas socarronas, leprosos que hacen sonar campanillas a cada paso; camellos calientes que babean un líquido viscoso y cuelgan verdes sus lenguas retorcidas, semejan un desarrapado ejército impúdico que toma por asalto este jardín de los delirios. La infancia truncada del dragón resucita en esta orgía con una fiereza inusitada, criminal. La primeriza pureza de las estatuas, rota ya en pedazos la domesticación de sus cuerpos, estalla con una crueldad y sensualidad cegadoras. Los amantes muertos que yacen en la entrada del jardín encienden sus sexos en un arrebato de vida luminoso y sonoro. Todo cobra vida. Los sueños inmolados en la renuncia y el sacrificio, retoman el descaro de sus primeros pasos, renovados por un innato impulso redentor. El signo de la ofrenda guarda un renacimiento tras el reconocimiento de la derrota. Es el principio que vuelve
Me despiertan los ladridos de Mara-Mao, el buen mastín del dragón. El jardín está ahora en calma. Miro a mi alrededor y, de pronto,en el silencio sé que he descubierto uno de los secretos del misterio que guarda el dragón.
5. EL PEREGRINO (Aventuras y Paisajes)
El tiempo ha sobrevolado las cruces con una rabia incontenible. El cementerio asolado parece que ya no tiene muertos. Todos se han ido. Solo quedan los restos y algunas huellas que delatan su paso, rotas, esparcidas aquí y allá, olvidadas de quienes dejaron sus huesos gastados, sus últimos gestos, sus sombras, reflejadas sobre las blancas paredes. Un cementerio muerto, allí he ido a parar y descansar después de la batalla. Sí, las fosas están vacías porque sus muertos han huido por entre las flores ruinosas, marchitas. Quizá esas almas estaban solas, pisoteadas por el tiempo y la luz mortecina de la tarde. Algunos olvidaron en su retirada y ya no se encuentran las mortajas con que fueron cubiertos tras su último aliento. No he ido a buscarlas, sino a certificar, una vez más, sus ausencias, sus silencios y a renovar mi pena, mi dolor, mis recuerdos…
6. DE CAMINO A LA ERMITA
La casa verde, postrada al borde del camino, deshabitada y polvorienta, se ofrece como un remanso donde todavía, si escuchas, los llantos de los recién nacidos reverberan contra las paredes desgastadas. Las madres agitan sus pechos lechosos para calmar la sed de venganza que anida ya en sus vástagos. Redondos, calientes de leche, son el antídoto al veneno de la vida. También el vientre de mi madre era blanco y verde. Por el ancla materna ya conocen desde temprano la primera y la última de las palabras pronunciables.
LA ERMITA
Llegué a la ermita zozobrado por un sentido de culpa repentino y persistente. Soy el hijo de mi madre muerta. Soy el padre del hijo de mi madre muerta. Soy un testigo de la tragedia que nunca ha confesado y que, quizá, solo al final lo haga. La ermita está cerrada y golpeo tres veces tres la puerta; no para que me abran, sé que no hay nadie, sino para avisar de mi llegada, signos del rito. de la asunción de la culpa que ya me ha invadido por completo. Me tumbo boca arriba, delante de la puerta, con la íntima esperanza de que, en buena hora, miles de pies, de feligreses devotos, pisen, escupan, martiricen mi cuerpo, mis manos, mi frente... cuando la puerta se abra.
7. EL POZO FETAL
En la vigilia recuerdo aquel pozo dentro de mi madre, acuoso, redondo, donde, lleno de vértigo reposaba fetalmente en un tiempo sin tiempo. Sí, me recuerdo purificado, eternamente hambriento de su carne y su juventud. Había renacido de los pecados, de cualquier gesto inocuo, baldío. Me dominaba, entonces, el más puro de los egoísmos, el demonio candente de la posesión, porque aquel vientre, aquel habitáculo, era mío, solo mío. Cada movimiento, cada gesto en mi reino era sagrado, era ley. Todavía no estaba a merced de la culpa, de los mandatos, de los infiernos subterráneos, de los deberes escolares.. Era, por así decirlo, un insurrecto. Yo no vivía en el tiempo. Estaba exento, protegido, inviolado. En esa profundidad yo era feliz, tanto como lo pueda ser un insurrecto.
8. MACIZO FAMARA. (Pico de las Nieves)
El viento azota el cuerpo que permanece enterrado. Solo una pequeña cruz, testigo mudo de aquel salto, se mantiene leal, impertérrita, a los caprichos del tiempo. Se evaporaron ya las razones, si las hubo, los instantes previos, las puertas cerradas. Solo un misterio funesto, único, irrepetible, se obstina en pernoctar en este paraje inhóspito haciendo guardia, vigilando el sueño temprano, contemplando extasiado la inmensidad del mundo.
9.. LOS BOBOS EN EL CAMINO
A lo lejos se divisa el pueblo apiñado en hileras de casas blancas. Éstas, las casas bajas, juglarescas, se encienden y reviven solo en las noches. Los días gozan de sol y viento que caen sobre los caminos que se dirigen al valle. Crecen allí esos arbustos BOBOS, pequeños y resistentes aspirantes arbolitos separados en su vital soledad. En los bordes, como niños traviesos, se agitan despeinados, juguetones, inclinados al viento. Sus pequeñas sombras dibujan el mapa de una juventud que ya no volverá.
10. TRASPASAR EL MURO
He tardado un día en volver a la cueva del dragón. Este viaje por los márgenes de la isla me ha hecho descubrir el silencio. Ni un alma he encontrado en el camino, solo muertos. En realidad, no he desenterrado sus cuerpos ni besado las calaveras descompuestas, pero si he hallado huellas y recuperado sus recuerdos. Vuelvo, en cierto modo, revivido y otro. Ya domino el fuego, y el miedo que me atenazaba arde en las hogueras junto con los huesos y sudarios que quedaron esparcidos allá en el cementerio.
Traspaso el muro de la cueva del dragón y me reciben los espejos. Reflejado me reconozco otro, todavía latente por nacer. Me calzo los zuecos voladores alineados junto al lecho pedregoso del dragón. Este duerme ,custodiado por su mastín, cuando piso su cola inquieta. El pequeño cerdito corretea sin hacer ruido por la estancia. El dragón se agita y gimotea en sueños. Me acerco y lo observo detenidamente. Parece más frágil y más viejo.
Salgo al jardín y me tumbo en el suelo. Todas las estatuas duermen, excepto una recostada a mi lado. La miro en la oscuridad, fijamente: es La nodriza africana.
11. ASÍ HABLÓ EL DRAGÓN
Cuando desperté, el dragón estaba allí, acurrucado sobre mi pecho con la cola quieta. Mara-Mao, el buen mastín de su amo, olisqueaba las hojas que mecían un viento solano. El dragón rompió su silencio por primera vez en mucho mucho tiempo. Su voz resonó en todo el jardín cuando dijo:” YO TODO LO HE VIVIDO COMO EN UN SUEÑO”. Se adivinaba una profunda pena, digna, asumida, eso sí, dicha como para sí mismo: “ Yo no soy como tú o como esa nodriza aventurera de tu sueño”. Cómo sabes eso, pregunté revelando mi sorpresa. “Tienes que aprender también como un hombre libre. Desde que desembarcaste en la isla en mi búsqueda, te has enfrentado a todas las pruebas y has permanecido firme, tenaz, fiel a ti mismo. Has soportado el reto de un silencio insondable, el llanto atroz de los hijos muertos, la rebelión de la estatuas; te has querido inmolar en la ermita para redimir la culpa, has bajado a las profundidades de los pozos fétidos y abiertos tumbas insomnes...
Has llegado hasta aquí entero, puro para traspasar y derribar el último muro. Sabías que no pelearía ni me defendería salvo con mi silencio incorregible. Con otro, eso hubiese bastado pero tú has podido, resistido, buscando, viajando hasta esta última prueba. __ “¿ no comprendes todavía?” … HE HABLADO. Has conseguido de mi mutismo de siglos, EL TIEMPO DE LA CONFESIÓN. Si en verdad me interrogase,... confesaría.”
Yo no soy el misterio. Siempre he tenido miedo: a nacer, a decir, a crecer, a sentir, a amar, a conocer, a descubrir, a soñar, a vivir, a morir... No he vivido ninguno de esos misterios, de esos días nuevos, únicos, dolorosos.
Fue el temor atávico del dragón.. pero tú eres humano, la nodriza es lo humano del sueño. ¿Sueño o realidad? Ambos pies en la frontera que no los delimita sino que se alimenta de ellos en esa fina cuerda donde nacen y se desarrollan los equilibrios dolorosos, las dudas presentes y futuras, los silencios que dicen tanto como los gestos más apasionados; te habla de la vida uno que apenas ha vivido porque purgó escondido detrás de las estatuas, de los ladridos de Mara-Mao, de la cueva laberíntica... Me he perseguido sin desmayo, me he ocultado de mí mismo, me he negado, borrado, reprimido, herido. TODO LO CONFIESO. Yo ya estoy muerto y tú que llegaste a la isla en busca de este muerto, ya puedes volver a la isla.
Ya lo sabes todo de mí, la más desgraciada de las criaturas. Alégrate por mí ahora que acaban mis noches y alégrate por ti ahora que comienzan tus días.
12. DESPEDIDA
El entrañable dragón ha partido y la despedida es triste aunque necesaria. Se ha ido con la palabra justa y en su último acto supremo ha colmado generosamente de amor las antiguas ausencias de su vida. Las despedidas son un tiempo que no vuelve pero, en el caso del dragón, su lección genuina, perenne como un viejo árbol en el patio de la casa de la infancia, permanecerá como la memoria encendida de los vivos y los muertos. En lo más íntimo, todos somos uno que, al igual que el gragón, alguien recordará, quizá con la nostalgia de un cálido abrazo, o los instantes de una mirada intensa; pedazos de vida que con frágil equilibrio recomponemos para que no se pierdan en el olvido.
Ya eres tierra! Amigo mío, o polvo o inolvidable recuerdo...
Tu vida no ha sido , en verdad, vana, como ninguna vida. Mi viaje es, también, tu viaje hacia otros mundos dónde comenzar de nuevo, dónde continuar interrogándonos y. tal vez, confesándonos, dónde concluir con un gesto verdadero, el gesto que nos resuma y pacifique el aliento que se lleva todo consigo. Tu muerte, al igual que tu vida, ahora empiezo a comprenderlo, me alegra porque , en el fondo, fue festiva, consentida, generosa. En el último momento, una luz excepcional guió tu mano abierta señalando el futuro.
Desde la cubierta vislumbro ya los colores de la isla. El barco se abre paso, todavía lenta y femeninamente, por entre sus contornos. Pronto llegaremos a casa.
PEDRO GARCÍA